miércoles, 16 de junio de 2010

Enseñanzas de la vida

La vida me enseñó mucho:

a perdonar sin entender por qué pasan las cosas,

a amar sin que me amen,

a sentir sin que me sientan,

a tolerar sin que me toleren,

pero no me ha enseñado a sobrellevar la soledad,

a vivir sin una caricia,

sin un abrazo,

a levantarme en la mañana

y no encontrar nadie a mi lado,

a sentirme menos que nada

a querer gritar: estoy aquí, que me oigan,

pero también me ha enseñado

a recordar las cosas bellas,

el amor sublime de una madre,

la mirada tibia de un padre

y el acogimiento de tener simplemente la vida,

y a los amigos que tengo,

que ya es mucho pedir,

y sentir que teniéndolos

todo aquello que he escrito

puede cambiar algún día,

porque no olvido que amar, sentir, tolerar

y perdonar son parte de la misma

vida.

Y mi vida debe ser segura y alegre! Y así será!

miércoles, 2 de junio de 2010

APRENDIENDO

APRENDIENDO Un joven, preso de la amargura, acudió a un monasterio en Japón y le expuso a un anciano maestro: - Quería alcanzar la iluminación, pero soy incapaz de soportar los años de retiro y meditación. ¿Existe un camino rápido para alguien como yo? - ¿Te has concentrado a fondo en algo durante tu vida? -preguntó el maestro. - Sólo en el ajedrez, pues mi familia es rica, y nunca trabajé de verdad. El maestro llamó a un monje. Trajeron un tablero de ajedrez y una espada afilada. - Ahora vas a jugar una partida muy especial de ajedrez. Si pierdes, te cortaré la cabeza con esta espada; y si por el contrario ganas, se la cortaré a tu adversario. Empezó la partida.El joven sentía las gotas de sudor recorrer su espalda, pues estaba jugando la partida de su vida. El tablero se convirtió en el mundo entero. Se identificó con él y formó parte de él.Empezó perdiendo, pero su adversario cometió un desliz. Aprovechó la ocasión para lanzar un fuerte ataque, que cambió su suerte. Entonces miró de reojo al monje. Vio su rostro inteligente y sincero, marcado por años de esfuerzo. Evocó su propia vida, ociosa y banal... y de repente se sintió tocado por la piedad... Así que cometió un error voluntario y luego otro... Iba a perder. Viéndolo, el maestro arrojó el tablero al suelo y las piezas se mezclaron. - No hay vencedor ni vencido -dijo-. No caerá ninguna cabeza. Se volvió hacia el joven y añadió: - Dos cosas son necesarias: la concentración y la piedad. Hoy has aprendido las dos...