sábado, 25 de septiembre de 2010

NUNCA ES DEMASIADO TARDE PARA RECOMENZAR LA VIDA

Encontrar el sentido de la vida es descubrir caminos hacia el encuentro con Dios. Es llenar el gran vacío que dinero ni posición llenan. Valorice cada instante de su día, pues los momentos pasados no vuelven más. Es una irreparable pérdida para una vida demasiado corta. La vida es como un ramo de flores, bello y perfumado, que recibimos con satisfacción.
Cada flor es una alegría, cada espina una decepción. Pero, es un ramo de flores que apreciamos porque nos gusta.
Un día sin alegría es un día que pasó sin resonar en nuestra vida y que podemos considerarlo perdido.
Sin justicia la vida corre enorme peligro. Por eso, el gran deber del hombre es ser justo y, con sus obras, motivar a otros, conductas semejantes.
La vida es una continua lección. Siempre somos alumnos y nunca nos graduamos. Los triunfos son pequeñso certificados de lo aprendido. La felicidad es el diploma final de que comprendimos bien las lecciones. Con llantos y lamentos nadie consigue solucionar sus problemas. Las lágrimas forman velos que nos dificultan ver con claridad.
Es noble el respetar opiniones ajenas dominando las propias pasiones. Es un camino seguro para conquistar amigos y volvernos más dignos. La dignidad humana es un precioso don que poseemos. Es símbolo de nuestro carácter que manifiesta el valor ético de nuestros hechos cotidianos.
En la desgracia, muchas veces encontramos a los verdaderos amigos. Nuestras buenas acciones irradian tanto calor que derriten hasta el hielo de la indiferencia. Hacer bien no es una ayuda, sino una obligación del hombre.
Ridículos son aquellos que pretenden usar máscaras para parecer diferentes.
Comprender las dificultades de otros nos hace más tolerantes con nosotros mismos. La solidaridad se aprende en el hogar, pero debemos aplicarla en todos los caminos de nuestra vida. Callar ante la injusticia cuando se debería protestar, disminuye al hombre haciéndolo cobarde.
Enfermo verdadero es aquel que no cree en su recuperación.
Quien aleja el odio de su corazón, ayuda a diseminar el bien.
Debemos utilizar nuestro poder respetando el prójimo, y nuestras fuerzas en acciones constructivas.

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